Teresa de Jesús by Cathleen Medwick

Teresa de Jesús by Cathleen Medwick

autor:Cathleen Medwick
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Memorias
publicado: 2014-04-16T07:39:49+00:00


Capítulo 11

EL TERROR

La princesa de Éboli representa la Némesis de Teresa, la dama sombría de su historia. Doña Ana de Mendoza y de la Cerda, al igual que Teresa de Jesús, legó a la historia una serie de imágenes carentes de ambigüedad que perduran en el tiempo. Un retrato anónimo lo revela todo: un rostro delicado y felino bajo un sombrero de plumas, el gesto desenfadado, un parche negro sobre el ojo derecho (perdido en la infancia o en una justa, según algunos), el ojo izquierdo estudiando fríamente al pintor o al mundo, bajo una frente tan finamente curvada como el arco de un cazador, la nariz recta y labios delicadamente moldeados, incitantes o desdeñosos, es imposible saberlo. De las pequeñas orejas, pegadas al sedoso cabello negro, cuelgan pendientes de perlas. El cuello no es largo, pero luce un triple collar de perlas debajo del cual empieza el borde de lazos del vestido. Entre el pulgar y el índice de la mano derecha (justo donde Teresa coge la pluma), la princesa sostiene una rosa. Si lleva espinas, son invisibles a los ojos del pintor.

Para cuando convocó a Teresa a Pastrana, la princesa tenía veintinueve años. La fundadora, cincuenta y cuatro. Aunque sus caminos se habían cruzado ocasionalmente –doña Ana era pariente de doña María y de doña Luisa y, por tanto, descendiente de dos de las familias más aristocráticas de España–, sus itinerarios no podían ser más diferentes. Mientras Teresa se movía con decisión por el mundo fundando conventos como avanzadillas del paraíso al que ansiaba llegar, doña Ana zigzagueaba entre palacios, la corte y casas de campo seduciendo a cortesanos (su marido, Ruy Gómez, de mayor edad que ella, amigo de la infancia del rey y su consejero de confianza, a menudo estaba de viaje), aterrando a los sirvientes con ataques de furia y agotando a los amigos con incesantes demandas de atención. Le sobrevenían ráfagas de generosidad, de las que luego se arrepentía. Era famosa por su belleza (su único ojo, decían los aduladores, era un sol que iluminaba el mundo), por sus furibundos rencores y por el hábito de castigar tanto con los puños como con la lengua. Su marido era por naturaleza diplomático (el rey le confiaba el mantenimiento de la paz, aunque recurría a su rival, el duque de Alba, en tiempos de guerra). Su esposa cumplió con los deberes del matrimonio dándole once hijos (a los que luego ignoró sistemáticamente) en rápida sucesión. Se casó con Ruy Gómez a los doce años, pero no estuvo dispuesta a perder su juventud criando a los niños.

No solo deseaba las riquezas y el poder, sino también la gloria eterna. Sus primas María y Luisa estaban a punto de conseguirla con la ayuda de Teresa de Jesús fundando conventos para monjas de inquebrantable fe. Doña Ana se sentía religiosa cuando le daba la gana y tenía grandes planes para su convento. Ya se había decidido por una casa y el modo de organizarla. Teresa, que por orden de



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.